Por Vocación.
- PROFESORLAVERDE
- 19 jun 2024
- 2 Min. de lectura
Educar es un trabajo extraƱo. Por un lado es una parte natural de los seres vivos, unos con mƔs conciencia que otros pero todos los seres de una u otra manera le seƱalamos el rumbo a las nuevas generaciones.
Los humanos como con todo hemos tecnificado el asunto y obviamente complejizado todo a niveles en ocasiones absurdos. Haciendo por otro lado de educar una profesión, un oficio, un trabajo remunerado.
La recepción de estipendios, pagos, dĆ”divas, beneficios por el acto educativo ha sido cuestionados desde tiempos antiguos en nuestra sociedad. Sócrates y los filósofos clĆ”sicos en general, todos oligarcas y gente de bien ya veĆan en los sofistas, gente de menos dignidad y prestigio económico a unos arribistas intelectuales que de forma inmoral se atrevĆan a cobrar por sumarse al aristócrata arte de enseƱar.
Sócrates tenĆa argumentos vĆ”lidos para asumir una posición de desprecio por el hecho de ganarse la vida haciendo algo que debĆa hacerse en tĆ©rminos cristianos por deber moral (de gracia recibisteis, dad de gracia. Mateo 10:8).
Si recibimos el don, la gracia del conocimiento, debemos moralmente compartir esto por acto natural con la sociedad. Sin embargo, desde el surgimiento de los sofistas, se evidenciaba que sà no eras Sócrates o Platón o algún otro ser etéreo con sus necesidades satisfechas como buenos aristócratas griegos, resultaba necesario que alguien enseñarÔ al pueblo ese conocimiento que como sociedad se estaba produciendo.
Con el tiempo se masificó la enseñanza y muchos beneficiarios del conocimiento por parte de variedad de maestros encontraron en el fuego interior que genera el conocimiento la necesidad de compartir esa llama. Surgiendo la disyuntiva de existir una demanda de enseñanza y una oferta de conocimiento.
Por ley de oferta y demanda surge un mercado de la educación. Unos cobramos por enseƱar. Durante generaciones en nuestro paĆs a muchos maestros no se les pagaba o se les pagaba en tĆ©rminos de mendicidad o de filantropĆa incluso en momentos pintorescos de nuestra historia se les pagó con aguardiente.
Hace poco se inició en nuestra sociedad una profesionalización y dignificación docente. Nuestro paĆs ha avanzado en este tema a pasos lentos empujados por los movimientos sindicales de maestros.
Si viviƩramos en la Grecia antigua y todos fuƩramos nobles y con seguridad alimentaria total. Tal vez solo algunos de nosotros ejerceriamos como maestros.
No somos nobles y menos griegos. Tenemos una necesidad de humanizarnos unos a otros y ese rol social ejercerlo cuesta. El sostenimiento de las vidas que se dedican a enseñar en términos prÔcticos vale dinero y eso se obtiene haciendo de nuestra vocación un trabajo remunerado como cualquier otro.
No importa cuÔl sea esa remuneración, no importa cuÔnto sea mucho dinero dependiendo de las condiciones de cada quién. Ningún pago es suficiente por hacer de este mundo un lugar mÔs civilizado y por mantenernos humanos y permitir el desarrollo social.
No importa cuĆ”nto te ofrezcan. Sea creĆble o no, solo somos maestros si somos maestros por vocación. Hay que comer, hay que vestirse, hay que vivir en algĆŗn sitio que cuesta dinero pero nadie, absolutamente nadie puede enseƱar realmente si no tiene vocación.